viernes, 23 de mayo de 2008

"No he venido a este mundo para ser servido, sino para servir"

En este mundo encontramos muchos peligros que quieren destruir la obra espiritual de Dios en nosotros; los placeres, el dinero, la fama, son tentaciones con las cuales nos enfrentamos diariamente.

Dios nos ha dado la libertad de escoger de la forma que queremos administrar nuestras vidas, una de ella es, “la forma fácil”, cuando comenzamos a ceder a cada tentación, el materialismos nos invita a desear las cosas materiales de la vida, nos envuelve de tal manera que todos nuestros esfuerzos están dirigidos a obtener solo cosas. La obtención de riquezas a toda costa, no importando las formas, los placeres que por medio de nuestros sentidos somos llevados y arrastrados hasta el despeñadero.

Este camino nos lleva a la completa destrucción espiritual, es la forma de entregar nuestras vidas al camino fácil, el camino ancho, esta forma de vida nos ciega a la posibilidad de compartir con otros es la antigua forma hedonista de cultivar la vida, pues el objeto es el mismo hombre o mujer que se sirve a si mismo para otorgarse todos los deseos propios de este mundo.

La forma más difícil de administrar nuestras vidas es “la vida de servicio”, la entrega, el sometimiento, es el camino que cuesta, el camino angosto, llega a la cima de la humildad, que nos lleva a la cruz de nuestro Señor Jesucristo, el acto sublime de servicio, la entrega total. Esta forma de vida no busca lo suyo propio, sino el bien del otro, el deseo de servir, de amar.

Este camino es la espiritualidad plena, donde vemos los cielos abiertos, vemos a Cristo, observamos las maravillas de Dios, nos fortalecemos, llegamos a la gloria. Donde observamos la misma presencia de Dios. La vida fácil nos lleva a crear ambiciones personales, pero la vida de servicio nos hace ver con los ojos de Cristo.

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Estamos en libertad de escoger, ya muchos han elegido su propio camino, Cristo nos señaló el camino correcto, debemos trabajar humildemente sin esperar recompensa, debemos sentirnos pequeños ante Dios y servir al Prójimo.

Gabriel Aguirre Coli

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